jueves, 13 de diciembre de 2007

1º Comunión......Encuentro con Cristo, encuentro Madre - Hija.


Me costó escribir sobre este tema, lo pensé y reescribí varias veces. Cuesta redactar momentos tan íntimos, pero no podía dejar pasar un momento tan importante sin dedicarle un ensayo.

La vida de padre o madre, está llena de alegrías. Desde el momento que sabes que vas a serlo, ya nunca más te sientes solo, sangre de tu sangre es otra vida independiente, pero a la vez depende de uno totalmente, en plenitud, incluso cuando son adultos. Eso es ser padre, pensar en otro, sin egoísmo, sin buscar nada a cambio, es querer, amar, protejer, desear la felicidad y luchar por lograrla, por el sólo hecho de que es parte de tí mismo.

Aveces pienso en la mirada más pura, más dulce que se ha cruzado con la mía, fue aquella primera cuando mi hija nació. La recuerdo con los ojos grandes, expresivos, llena de vida.

El ser padre tiene responsabilidades, compromisos, retos de la vida, esa lucha diaria que es mayor cuando se lleva solo.

El 25 de Noviembre fue la Primera Comunión de mi hija. Jamás pensé que implicara tanta importancia para mí. En un principio lo tomé como un compromiso más, pero a medida del tiempo, me fui internando en lo más profundo, en el sentido profundo de recibir a Cristo.

Luego de dos años de preparación, para ambas, se recojieron los frutos, de días de espera, de carreras en las micros, de mojarse y tener frío, pero el fin era lo importante.

El momento mismo de la Misa fue un poco decepcionante, quizás frío para los que asistieron, desordenado a ratos. Pero para mí de gran recojimiento, íntimo con Dios.

Es que como madre sentí gran emoción, de ver que vas cruzando etapas, quemando metas como se dice, creciendo.

Aveces uno como padre se decepciona cuando sus intenciones o acciones encuentran como respuesta un mal gesto o una palabra desalentadora, pero así a la vez, somos los hijos, es la ley de la vida, y cuando somos padres se da vuelta la tortilla; pero estos momentos son los que llenan de dicha y alegran nuestros días, cuando ves a tus hijos felices, plenos, a pesar de todo lo que pueda estar sucediendo.

Eso a los padres nos da fuerza, ganas de luchar por ellos y a la vez por nosotros mismos, por eso triunfamos con sus éxitos y nos derrotamos con sus amarguras y hacemos lo imposible para que ellos puedan ser felices.

Siento que ese día especial viví una comunión madre - hija, un sello de amor, algo inconciente de pronto salió de mí (debe ser parte de la madurez creo) y comprendí un poco la escencia de la vida.... por eso dicen que no hay nada más fuerte que el amor de madre.

Para mi hija fue más simple claro, no tan profundo, no tan vivencial, algún día lo vivirá en sus propios hijos.




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